Llevo poco más de una semana de mamá primaveral y la verdad es que me encanta. Empieza a hacer bueno, podemos estar muchas horas en la calle (ay, lo que me gusta a mí la calle) y el calor aún no aprieta en exceso, así que estamos regaladas. Pero hay una cosa que no me gusta nada, y es que en menos de dos telediarios tenemos aquí el verano, y con él, la playa y la piscina. La otra vez, llegué a junio bastante recuperada del embarazo/parto, pero esta vez no me va a dar tiempo, os lo digo desde ya.
Podéis pensar que no es para tanto, pero sí, sí es. Cuando vives en el interior, tienes tiempo, y te gusta, te tiras el verano en la piscina. En mi pueblo es el lugar de socialización de todo el mundo, de junio a septiembre. Los fines de semana, si puedes, te escapas a la playa, pero por lo general piscineas cada día un poquito. Por eso entenderéis que a una servidora le preocupe llegar en condiciones a la fecha de apertura de la temporada de piscina. Y bueno, más que llegar en condiciones, que ya sé que no va a ser, lo que me preocupa es encontrar un biquini que disimule que acabo de parir, y os aseguro que no es fácil.