Mis siestas no son para el verano

DSC_0737_bnNecesito que termine el verano. Así, tal cual. Lo necesito más que la siesta que llevo reclamando meses y más que mi café de cada mañana. Necesito ir a recoger a mis niñas al cole con unas ganas inmensas, en lugar de llegar a casa armándome de valor para salir victoriosa de una tarde de piscina.

Antes de que se altere el sector nomeseparodemishijos y paraquétieneshijas, quede claro que amo a mis hijas por encima de las posibilidades y que me encanta compartir con ellas las tardes (y las noches y las mañanas), pero ya. Creo que tanto ellas como yo ya hemos llenado el cupo de amor veraniego. Necesitamos un respiro. Urgente.

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5 recuerdos de este verano

Pasada la fase que os contaba el otro día aquí de ‘quiero que termine el verano’ toca reconocer que estos meses también han tenido cosas chulas. Hoy os cuento las cinco que más feliz me han hecho, sumándome así a la idea de 39 semanas.

1. Enterarme, una noche de fuegos artificiales un poco atropellada, que voy a ser tía, o lo que es lo mismo, que mi hermana está embarazada. Otro día me pondré sensiblona con el tema. Aún no sabemos qué es, pero aquí la tita molona ya está pensando en hacerle mil cosas para su rinconcito, comprarle muchas mudas cuquis y mimarlo como si no hubiese un mañana.

2. Hacer el café cada mañana con mis mujeres y niñas del Cafelito. Cafés entre pañales, donuts repartidos entre tres, juguetes repetidos para que no se peleen, pero sobretodo muchas risas (y muchas ganas de que llegase septiembre). Voy a echar de menos esos ratitos cuando empiece a trabajar…

3. Dormir siestas eternas con mis dos niñas. Amontonadas las tres en el sofá o en la cama, pegadas como cromos, pero las siestas más ricas que tendré jamás. Esa sensación de ‘se han dormido’ es gloria… Muchos días me quedaba despierta de la emoción que me suponía tener un rato para mí, pero en el 80% de los casos, me he unido a ellas. Siestas de babilla, las llamo.

4. Celebrar el primer aniversario de Escampalaboira.cat. Bien sabéis que este proyecto me comporta muchas horas de no sueño y muchas reuniones. Pero la satisfacción y la felicidad que comporta ver una cosa tuya (y de mis socios, claro) no se puede explicar en tres palabras. A finales de mes cumplimos un año, y espero q esto crezca y cumplamos muchos más.

5. Vivir la primera sonrisa de La Chica. Ver como se ríe a carcajadas con su hermana, que es capaz de echarse al suelo para hacerla reir. Cuando se saca el bibi de la boca bajo una sonrisa de ‘estoy enamorada de mamá’ y a mí se me cae la baba… Noto que con ella ya hemos pasado los meses más duros y ahora empezamos a disfrutar.

Y esto es todo!

Feliz fin de semana. Nos vemos el lunes!

Un abrazo!

Perderse en el Empordà

Los que me seguís en Instagram, sabréis que a finales de agosto pasamos cuatro días en el Empordà. Normalmente, nuestras visitas a esa maravillosa tierra se basaban en playa, calas, sol y buen comer. Cuando éramos más jóvenes, alquilábamos un apartamento de seis con nuestros amigos y nos metíamos 15. Con los años fuimos centrándonos y viviendo los veranos más de relax, y ahora que tenemos niñas, lo que queríamos era algo tranquilo, calma y algo de playa. Y por suerte, los abuelos se encargaron de llevarnos al sitio ideal: Ca l’Anguila.

Ca l’Anguila es una casa rural situada en la comarca del Baix Empordà, a 300 metros del precioso pueblo medieval de Peratallada. Es un municipio de interior, a escasos minutos de las playas más cercanas, pero os aseguro que a ese pueblo no le hace falta mar ni barquitos para ser de diez. Pero hoy os vengo a hablar de esa casa. No habíamos estado nunca, y la verdad es que nos encantó y no nos defraudó nada.

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Estilo marinero

Los que me conocéis sabéis que no soy una persona de playa, ni de mar. O sí, pero lo justo para pasar unos días en verano en la costa y poca cosa más. La arena me molesta bastante, me agobian las multitudes que se concentran en la orilla y el mar me da entre miedo y me pone mala. La última vez que me subí a un barquito me mareé tanto que tuve que estar toda la tarde en tierra firme reponiendo fuerzas. Pero lo que sí me gusta, y mucho, es la Costa Brava y sus pueblitos. Calella de Palafrugell, Begur o Cadaqués me tienen el corazón robado y sueño con tener algún día una casita allí y poder pasear las noches de verano.

Y pensando en ello, es cuando me viene a la mente la típica estampa familiar con un look marinero. Ropa azul marino y blanca, menorquinas para todos y estrellas de mar y caracolas repicando en la puerta de entrada de una casa. Todo muy de pueblo pesquero y muy idílico, vaya.

¿Y todo esto a qué viene? Pues el otro día el padrino de la hermana pequeña y los abuelos les regalaron unos conjuntos de algodón la mar de bonitos t cómodos de la marca Batela, comprados en una tiendita preciosa de Calella, y a mí no me faltó tiempo para querer ir a pasar allí las vacaciones y buscar looks para la ocasión.

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Dichoso summer time…

Llevo poco más de una semana de mamá primaveral y la verdad es que me encanta. Empieza a hacer bueno, podemos estar muchas horas en la calle (ay, lo que me gusta a mí la calle) y el calor aún no aprieta en exceso, así que estamos regaladas. Pero hay una cosa que no me gusta nada, y es que en menos de dos telediarios tenemos aquí el verano, y con él, la playa y la piscina. La otra vez, llegué a junio bastante recuperada del embarazo/parto, pero esta vez no me va a dar tiempo, os lo digo desde ya.

Podéis pensar que no es para tanto, pero sí, sí es. Cuando vives en el interior, tienes tiempo, y te gusta, te tiras el verano en la piscina. En mi pueblo es el lugar de socialización de todo el mundo, de junio a septiembre. Los fines de semana, si puedes, te escapas a la playa, pero por lo general piscineas cada día un poquito. Por eso entenderéis que a una servidora le preocupe llegar en condiciones a la fecha de apertura de la temporada de piscina. Y bueno, más que llegar en condiciones, que ya sé que no va a ser, lo que me preocupa es encontrar un biquini que disimule que acabo de parir, y os aseguro que no es fácil.

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